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domingo, 12 de agosto de 2012

POR LA LIBERTAD Y EL RESPETO A LOS ANIMALES EN CAUTIVERIO.



Zoológico es el nombre que reciben los recintos en los que 
se mantiene a animales salvajes en cautividad. Si bien desde 
épocas inmemoriales el hombre se dedicó a hacer suyos 
aquellos animales que deseaba tener para sí como forma de 
demostrar su posición económica, social y hasta política 
(tal como sucedía en la antigua China con los miembros de 
la corte del emperador), los zoológicos, tal como los
conocemos hoy, parecen haber nacido en 1752, cuando en 
Viena se inauguró la Menagerie Imperial del Palacio de 
Schönbrunn (zoo que aún continúa en activo).

Hemos dicho “animales salvajes” y “cautividad”. Si 

reflexionamos sobre estas expresiones no se necesita 
hacer demasiado esfuerzo intelectual para darse cuenta 
de la realidad de estos recintos. “Cautividad” es una palabra 
lo suficientemente gráfica para saber lo que esconden los 
zoos: 
sufrimiento y anulación de la propia voluntad, de la propia 
necesidad y de los instintos de los animales.

Públicos o privados, estilo safari o en cascos urbanos, 
terrestres o acuáticos… Existen muchas fórmulas para tratar 
de justificar que un ser deba pasar toda su vida confinado 
en 
un espacio que no le es propio ni natural. Las puertas de 
estos 
recintos están siempre abiertas para escuelas, turistas 
y familias, pero estas 
mismas puertas se cierran a disciplinas 
como la etología, la ética 
y la justicia, y a sentimientos como 
la compasión.
UNA VIDA TRAS LAS REJAS...

¿Es un suelo de cemento y una reja lo mejor que un zoo 
puede ofrecer a un animal? En la mayoría de los casos es
 lo único que les da. Los problemas físicos derivados de 
estar obligados a pisar siempre este tipo de superficies 
van desde infecciones y laceraciones en extremidades, 
hasta problemas articulares que repercuten por toda su 
estructura ósea, con el consiguiente dolor que se 
convierte en crónico con el paso del tiempo.

Las rejas delimitan el escaso espacio en el que el animal 
debe pasar por fuerza toda su vida hasta el momento de 
su muerte, muerte que en la mayoría de los casos se 
produce de forma prematura y como consecuencia de la 
propia cautividad y las enfermedades de ella derivadas, 
cuando no es por haber ingerido comida ofrecida por los 
visitantes (sin ningún tipo de control por parte de las 
personas que cumplen el papel de “cuidadores”), y hasta 
objetos como juguetes, bolsas de plástico, etc.
¿Este es el acercamiento al mundo animal que los padres 
quieren para sus hijos, las escuelas para sus alumnos, los 
ayuntamientos para sus ciudadanos? Evidentemente, la 
respuesta a todas estas cuestiones es un NO rotundo. 
Sin embargo, los zoos siguen recibiendo visitantes, 
sobre todo niños. 
Estas visitas se producen por falta de conocimiento de 
la triste realidad de los animales confinados en zoos… 
y son promovidas por el mismo zoológico, que evita 
estratégicamente que veamos mas allá. Un caso típico 
muy frecuente se produce cuando los mayores 
muestran a los niños el “gracioso” bailoteo de los 
elefantes, o el balanceo constante de los primates, o 
las “simpáticas” coreografías que hacen las jirafas 
con sus largos cuellos… Todos estos comportamientos 
no son más que manifestaciones de la enfermedad 
psíquica que afecta a los animales en cautividad. 
Son movimientos que ponen de manifiesto la caída 
del animal hacia los abismos de la locura, y se 
convierten en la muestra más visible de que los 
zoos no son el sitio en el que nuestros hijos 
aprenderán más cosas sobre la fauna de nuestro 
maltratado planeta.

Los zoos maquillan este maltrato afirmando que realizan, en 

todo caso, una labor pedagógica; para ello les basta con 
colocar un pequeño cartel en el que se puede leer de dónde 
es originario el animal, algunas descripciones acerca de lo 
que come (si es mamífero, si es herbívoro, etc.), y poca cosa 
más. En estos mismos carteles se suele ofrecer información 
sobre su etología como, por ejemplo, cuántos kilómetros 
camina por día, si hiberna, si necesita vivir en grupo, si 
estos 
grupos son matriarcales, etc. Y todo esto mientras 
detrás del 
cartel se ve a 
un animal en soledad, dando 
vueltas sobre sí mismo en un 
espacio de escasos metros. 
Y no pueden, por tanto, ni caminar 
esos kilómetros, ni 
hibernar, ni vivir en grupo.

EDUCACIÓN EN LA EMPATÍA
La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar de otro, 
y esta capacidad puede ser natural o adquirida. 
La adquisición de la capacidad de empatía se apoya en 
la educación que el niño recibe en su casa y en la escuela.
Si tienes niños:

Si tienes hijos y quieres fomentar en ellos valores como el 

respeto a los animales y la naturaleza, no debes llevarlos al zoo. 
El niño no aprenderá nada, y además estarás colaborando 
económicamente con este negocio y, por tanto, estarás 
perpetuándolo. Si aprende algo, aprenderá a cosificar a los 
animales y a ver cómo son los animales cuando se les 
provoca maltrato y prohibición de su libertad.
Si trabajas en una escuela:
Las escuelas son una de las fuentes de ingresos más 
importantes de los zoológicos; pero la escuela es, ante todo, 
la educadora de los niños en valores éticos y de respeto. 
No avales la existencia de los zoos de tu ciudad 
programando 
visitas de tus alumnos a 
los zoos. 
Existen muchas otras formas de transmitir a nuestros 
niños estos valores. ¿Por qué no una visita a un refugio 
protectora, donde además los niños puedan ayudar en
 las tareas del día, alimentando y paseando a los animales?
Los pases de documentales en los que se puede observar 
a los animales en su propio hábitat son otra buena opción: 
notablemente más respetuosa y responsable, e infinitamente 
más pedagógica y enriquecedora.
¿Necesitan los niños de hoy ver a los animales en zoos, 
como en 1752 en la Viena imperial?...
¿Vale la pena que para que un niño permanezca tan sólo 
dos minutos frente a la jaula de un animal, este deba pasar 
toda una vida de sufrimiento físico y psíquico?
La respuesta vuelve a ser un rotundo NO.

LA MENTIRA Y LA VERDAD...

“Los zoos ayudan a conservar especies en peligro de 
extinción”: FALSO. Los programas de cría en cautividad de 
especies en peligro de extinción son exclusivamente una 
fuente de subvenciones para los zoos. Además de esto, 
hay que tener en cuenta que debemos respetar a todos y 
cada uno de los animales.
Cada animal es un fin en sí mismo, y no un medio para
 lograr determinados objetivos. Por eso es rechazable 
encerrar a un animal con el objetivo de que su especie 
sea perpetuada.
“Los zoos trabajan para reintroducir los animales en su 
medio natural”: FALSO. La mayoría de los animales que 
malviven en zoos no están afectados por ningún tipo de 
programa de alguna reintroducción como forma de explotar 
esta acción para atraer más público. No es más que una 
estrategia de marketing que apunta a un público que no 
está de acuerdo con ningún tipo de maltrato animal, pero 
que cae víctima de este engaño publicitario.
“Los zoos del estilo ‘safari’ son buenos para los animales”:
FALSO. Es incomprensible que animales del Caribe 
convivan con animales africanos, europeos, 
sudamericanos… todos expuestos a un mismo clima y 
hábitat. Si bien en este tipo 
de zoos los animales cuentan 
con algunos estándares de 
semilibertad más favorables 
que las reducidas dimensiones 
de sus recintos en otros 
zoos, deberíamos hacernos otro 
tipo de cuestionamiento 
en el que tengamos en cuenta a 
la víctima y sus intereses,
 y no a nuestro egoísmo por 
ver un elefante “de cerca”. 
La única beneficiada de esta complicada situación es la 
empresa explotadora del negocio, sea este público o 
privado.

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